miércoles, 17 de febrero de 2016

ZAPATOS

Los ojos pesan más que las palabras, Juana se mueve de un pasillo a otro, atraviesa la sala, al mismo tiempo dejo pasar una semana, el dolor frío se ausenta del teléfono, de la voz de Pilar, lágrimas al cerrar la puerta, recuerdos amontonados de cuidadores bañando la justicia, lo justo, lo injusto, la molécula que separa el presente de lo que seremos.

“Hoy te has pintado los ojos Juana”, le digo,  “Hay que tapar la mala cara”, responde, y el silencio  son carracas de voz, gritos mudos que no llenan la espera del salón, demasiadas pérdidas, demasiadas flores.

José se levanta, ha sonado el timbre. La puerta abierta, la espalda curva, remonta el pasillo, y él, con su voz confundida,” ¿Te has enterado?”. Zapatito está en una flor de corona sobre su sillón, en el rostro de Carmen, en el gemido de Curro, en los ojos abiertos de Paca, en el tiempo recorrido de Bienvenida, en la seriedad transoceánica de Isabel, en el saludo de Luis, en la línea pintada de María José, en el epígrafe de los olores, el espacio, las puertas, el pasillo, el comedor.

Guardo mis lágrimas en el teléfono, Pilar me escucha, me llama, me pregunta, rodearse de cuidado para cuidar, y cuidar con el cuidado de los que te cuidan, hay días que las estancias son brazos que te sujetan, hilos de voz que nos saben acompañar, tenemos suerte, demasiada.

Con mis lágrimas en este papel, escrito después de seis días, te recupero, para volver mañana a pasillos temblorosos que los días cubren, a las flores que ocupan el puesto de Zapatito en su mesa, en la que aplaudimos y festejamos el regreso de nuestro recuerdo y de su marcha, sosteniendo su presencia, regalo y compañía, y creciendo para hacer, viviendo sin esperar.


























Nos instalamos en el regreso, en el papel cubriendo las figuras, cola, construyendo lo inacabado, las figuras de Zapatito, una flor maché que llenará la estancia, el color de la vida que nace, el hacer del nacimiento, el reconocimiento para acompañarte en tu llegada.















































Cierro la puerta, caminamos en silencio, la calle también era distinta hace seis días, cuelgo el teléfono, ocho de la tarde, hay voces como Pilar, que son un hombro para dormir, la necesidad de estar en lo que no es una experiencia.

Sois un regalo.

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