Los ojos pesan más que las
palabras, Juana se mueve de un pasillo a otro, atraviesa la sala, al mismo
tiempo dejo pasar una semana, el dolor frío se ausenta del teléfono, de la voz
de Pilar, lágrimas al cerrar la puerta, recuerdos amontonados de cuidadores
bañando la justicia, lo justo, lo injusto, la molécula que separa el presente
de lo que seremos.
“Hoy te has pintado los ojos
Juana”, le digo, “Hay que tapar la mala
cara”, responde, y el silencio son carracas de voz, gritos mudos que no llenan la
espera del salón, demasiadas pérdidas, demasiadas flores.
José se levanta, ha sonado el
timbre. La puerta abierta, la espalda curva, remonta el pasillo, y él, con su
voz confundida,” ¿Te has enterado?”. Zapatito está en una flor de corona sobre
su sillón, en el rostro de Carmen, en el gemido de Curro, en los ojos abiertos
de Paca, en el tiempo recorrido de Bienvenida, en la seriedad transoceánica de
Isabel, en el saludo de Luis, en la línea pintada de María José, en el epígrafe de los
olores, el espacio, las puertas, el pasillo, el comedor.
Guardo mis lágrimas en el
teléfono, Pilar me escucha, me llama, me pregunta, rodearse de cuidado para
cuidar, y cuidar con el cuidado de los que te cuidan, hay días que las
estancias son brazos que te sujetan, hilos de voz que nos saben acompañar,
tenemos suerte, demasiada.
Con mis lágrimas en este papel, escrito
después de seis días, te recupero, para volver mañana a pasillos temblorosos
que los días cubren, a las flores que ocupan el puesto de Zapatito en su mesa,
en la que aplaudimos y festejamos el regreso de nuestro recuerdo y de su marcha,
sosteniendo su presencia, regalo y compañía, y creciendo para hacer, viviendo
sin esperar.
Nos instalamos en el regreso, en el papel cubriendo las figuras, cola, construyendo lo inacabado, las figuras de Zapatito, una flor maché que llenará la estancia, el color de la vida que nace, el hacer del nacimiento, el reconocimiento para acompañarte en tu llegada.
Cierro la puerta, caminamos en silencio, la calle también era distinta hace seis días, cuelgo el teléfono, ocho de la tarde, hay voces como Pilar, que son un hombro para dormir, la necesidad de estar en lo que no es una experiencia.
Sois un regalo.
Nos instalamos en el regreso, en el papel cubriendo las figuras, cola, construyendo lo inacabado, las figuras de Zapatito, una flor maché que llenará la estancia, el color de la vida que nace, el hacer del nacimiento, el reconocimiento para acompañarte en tu llegada.
Sois un regalo.
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